El motor que empuja a Leo Mayer es sin dudas la curiosidad, planteando un constante desafío a la propia capacidad intelectual. ¿Cuánto conocimiento podemos acumular? ¿Qué capacidad tiene nuestro cerebro? ¿Somos capaces de incorporar todo lo que queremos? Estas son sólo algunas de las preguntas que el artista se hace, y las respuestas se reflejan en su última serie:
“Acumuladores”
Los seres humanos estamos expuestos constantemente a olas de información y conocimiento, que nos invaden desde todos los frentes. Es difícil retener en nuestro cerebro todo lo que nos llega, lo que vemos, lo que estudiamos o leemos. Y en esa capacidad selectiva que hacemos a veces inconscientemente, es donde se encuentra el epicentro de la obra de Mayer. Influenciado también por su propia historia, el artista desarrolla esta serie donde busca reflejar sus días como estudiante crónico (Leo obtuvo 7 títulos entre universitarios y terciarios) que vive en una casa en San Nicolás donde también vivieron su padre, abuelo y bisabuelo.
Para Luisa Uriburu, el mundo en el que nos sumerge Leo es tan ordenado como inquietante. Nos plantea un constante desafío con nosotros mismos, donde el conocimiento se enfrenta a la ignorancia, lo adquirido a lo heredado, lo necesario a lo acumulado. Con esta obra en particular el artista se aleja de su zona de confort, que fue la pintura, para continuar en el campo de las grandes instalaciones, donde ya había experimentado con dos obras de menor tamaño. Su formación en química e ingeniería en alimentos lo acercó a diversos materiales para trabajar. Los elige, los conoce, los prepara. Busca ese equilibrio entre lo estético y lo funcional que lleve a crear una obra completa y cargada de significado. Para estas nuevas instalaciones que conforman esta serie, los materiales elegidos son el vidrio y el hilo.
Foto 1. Instalación “Acumulación cerebral”
El Hilo es un material noble, transparente, puro, libre de contaminación que en este caso, como en muchos otros, actúa de contenedor. En “acumulación cerebral”, el hilo sale de la caja y sigue enredándose entre sí, formando una maraña confusa que representa toda esa información y conocimiento que tantas veces se nos escapa.
El cerebro, frágil y sensible como el vidrio, da contención a toda aquella información/dato, que, según su uso y destino, puede conformarse como conocimiento adquirido. Sólo somos capaces de meter en nuestro propio cubo de vidrio aquello que asimilamos, aquello que logre “enredarse” en las neuronas y forme la red hebbiana.
Un cubo que contiene, procesa, apropia y suelta todo aquello que considera útil o no.
En la segunda instalación de la serie, el artista, ahora camuflado como arquitecto, maqueta los planos de la casa y construye una réplica subjetiva de la misma. Seguramente, esos ladrillos acumulen las historias de su familia, los amores, las traiciones, el honor y la infidelidad, y carguen con un bagaje de anécdotas infinito.
Los dos elementos, vidrio e hilo, también toman la forma de los ladrillos que constituyen los cimientos de esa casa donde Mayer creció y formó su mundo, su lugar de estudio y hoy, su taller de artista.
Una serie de ladrillos de vidrios, contienen una curiosa formación de hilos. Ladrillos perfectos que habilitan la construcción de estructuras donde morar. Estructura donde se cobija este artista visual generando su propio hogar de arte. Un lugar donde guarecerse de quienes lo distraen, de las ideas, de las palabras; donde recibir a cada uno que quiera jugar su juego de construir un concepto artístico. Un lugar de preservación pero de inconsciente exposición.
Trato en mis obras como principal tema la acumulación de emociones, saberes y sentimientos, tanto propios como colectivos.
Expuesto a la crítica, tal como lo refleja con sus objetos de vidrio. Ser transparente, brilloso, preservado, temido, cuidado. Expone su vida y su quehacer en su arte. Lo ofrece como método de enseñanza, de aprobación social, de entidad cultural por medio de su historia.
Las instalaciones hacen eco de su crecimiento y desarrollo, tanto en la expresión del arte, en la incursión y apropiación visual, en su capacidad creativa y de transmisión, pero aún más, en el sentido de actualidad acerca de lo que nos sucede día a día con el mundo de la información, el conocimiento, la cultura y su contracara: la ignorancia.
Una vez más, un camino de significaciones conceptuales se inicia desde el arte visual, dando lugar a la complexión integrada de su proyecto. Invita a cuestionar, a reflexionar sobre los modos de aprender; a relativizar si todo conocimiento, información o dato merece su aprendizaje.