Recientemente, el cuentacuentos, escritor y músico, Marconio Vázquez, originario del estado de Oaxaca, publicó en su cuenta personal de facebook la siguiente imagen y junto con ella, la lista de los 18 argumentos que daba del porqué es necesario pagar por el arte.
Es parte de las metas de la sociedad actual, tener una preparación profesional, estudiando una licenciatura que al concluirla les genere ingresos para mantenerse y tener un mejor nivel de vida; sin embargo, dentro del ámbito del arte, el tener una licenciatura en cualquiera de sus áreas, no es garantía de obtener una alta remuneración económica, no por la falta de talento del profesional creativo, sino más bien por falta de conocimiento y respeto de la sociedad hacia los artistas y sus prácticas.
El modelo tradicional de las instituciones educativas, han incluido por muchos años al arte como un breve taller o como una actividad extracurricular. Pero, ¿por qué no ponerlo como una materia más dentro de la currícula general?, si en él se encuentran un sin fin de conocimientos que pueden beneficiar a quienes tengan interés por estudiar carreras profesionales en: artes visuales, música, cinematografía, danza y teatro. Si desde las instituciones educativas no le otorgan el valor que tiene, los niños, adolescentes y jóvenes nunca lo verán como un estudio serio y profesional al igual que el resto de las licenciaturas.
Te dejamos a continuación el listado con los 18 argumentos de porqué el trabajo de los artistas vale lo mismo que el de un arquitecto, contador o doctor y por qué debes pagar por él:
El artista es un ser humano con las mismas necesidades de cualquier otro.
El artista invierte tiempo y recursos para que su trabajo sea cada vez mejor.
El artista es profesional del arte. ha elegido vivir de su actividad (pagar por su sustento diario, su casa, su familia y sus proyectos). El arte que produce es un bien de consumo cultural.
El artista forma parte del Contrato Social de Cultura y Arte que los Estados pactan con sus poblaciones. Es decir, el artista tiene un lugar muy bien definido en la escala de valores sociales y culturales.
A veces, los beneficios del arte no son tangibles o medibles de manera inmediata. Sin embargo, las producciones del artista siempre benefician a la comunidad en la configuración de sus valores. Sus beneficios se manifiestan en la construcción ética y estética del ser humano. Ejemplo: “El Guernica” de Pablo Picasso; una de las formas de hacernos conscientes de los horrores de la guerra sigue siendo esta obra monumental del artista malagueño.
No todos los artistas son genios, pero todos los artistas profesionales contribuyen a la formación y reforzamiento del tejido social, a través de la reflexión confrontación y sensibilización que su arte provoca. Esto es muy importante para cualquier comunidad.
En términos modernos, los artistas independientes (los que no tienen un empleo fijo, de paga mensual a través de una nómina) son EMPRESAS CULTURALES, en el sentido más amplio del emprendedurismo y de la comercialización activa de sus productos. El artista de hoy debe saber claramente cómo vender sus producciones, más allá de la posibilidad remota de un mecenazgo de amplio espectro.
El artista de hoy no debe renegar de los conceptos “vender”, “negocio”, “comercio”, “empresa”, “consumo”. El artista que aprende a vender bien su trabajo genera mayores beneficios que aquel que regala su trabajo.
El artista no es un mendigo, a menos que su actividad principal sea la de mendicante, en cuyo caso el arte es sólo un pretexto para vivir como mendigo.
El artista que no cobra (en cualquiera de sus formas) perjudica mucho a su gremio y perjudica seriamente los valores éticos y morales de la sociedad.
El artista trabaja e influye en el imaginario. La imaginación es uno de los patrimonios más importantes del ser humano. El artista debe ser bien remunerado porque contribuye a la conformación de mis mundos posibles.
Otros profesionales cobran por construir nuestra casa, nuestro medio de transporte, alimentarnos y diseñar la ropa que vestimos. el artista cobra por construir nuestra casa interior, nuestro alimento espiritual y nuestro ropaje de valores humanos.
Cuando el arte fue para todos (muy específicamente el muralismo mexicano) los grandes artistas (Orozco, Siqueiros, Rivera, por mencionar a los más emblemáticos) también cobraron muy bien.
El arte profesional sirve para que seamos más felices (lo que sea que esto signifique) o para hacernos más conscientes (menos autómatas) o para hacernos mejores seres humanos (más sensibles, más empáticos, tolerantes e incluyentes). Por eso debe ser bien remunerado.
El artista profesional promueve las identidades: esta capacidad del artista es un valor de altísima estima, por que el arte dialoga con los valores simbólicos del ser humano, además de confrontarlos. ¿Quién soy?, ¿A dónde pertenezco?, ¿Quiénes son los míos? Son preguntas que provoca el artista profesional, muy necesarias para seguir creciendo como humanidad.
El artista valora la diversidad, a través del producto artístico, el espectador conoce otros seres humanos, otras culturas, otras maneras de ver el mundo. Esto merece ser aplaudido y remunerado.
El artista está al servicio de todos, como el zapatero, el ingeniero, el contador o la dueña de la fonda. Algunos de sus productos son bienes tangibles (pintura, escultura, entre otros) que podemos poseer. Pero también se producen bienes intangibles pero reales como una sonrisa, el llanto, el abrazo, el saludo, el apapacho, la escucha, el acompañamiento, la solidaridad. ¿Cuántos de nosotros nos hemos quedado horas frente a una pintura, y al alejarnos de ahí nos sentimos reconfortados, conmovidos, y quizá más humanos?
El artista profesional canta, baila, pinta, esculpe, construye, narra, cuenta, actúa, diseña, filma, escribe, retrata, toca un instrumento, dialoga, monologa, etc., porque ha elegido ser mediador entre la gran utopía del ser humano (de verdad humano) y la realidad siempre imperfecta y tan poco artística.