Una convulsión, desde el enfoque de la medicina, se conoce como una anormalidad en la actividad eléctrica del cerebro, manifestando generalmente movimientos bruscos del cuerpo, como respuesta de las repetidas e incontrolables contracciones musculares. Estos espasmos violentos tienen causas diversas que van desde traumatismos craneoencefálicos, fiebre alta, hipertensión arterial, intoxicaciones y epilepsia, sólo por mencionar algunos.
En este “ataque”, nuestros músculos se contraen y se relajan de manera rápida e involuntaria; la mayoría de personas que han padecido estos episodios relatan que previamente experimentaron alguno de estos síntomas: miedo o ansiedad, vértigo, nauseas, así como, luces centellantes, manchas o líneas que se ondulan en el campo visual.
Si se reflexiona sobre la idea de convulsión desde otra óptica, tendríamos que dicho término, junto con sus conceptos clave, corresponde al contexto social y político actual de la mayoría de regiones del mundo.
Sobre este entendido, las obras del artista ecuatoriano, Luis Andrés López Luzuriaga, mejor conocido como Lu-Ló, quien desde el campo del dibujo, la pintura y el ensamble, logra poner de manifiesto el sentir de un momento histórico plagado de gestos bruscos, como lo son las protestas ciudadanas en contra de las decisiones de los gobiernos, siendo Colombia el caso más reciente, las manifestaciones en contra del racismo y el odio hacia grupos en desventaja social y los estragos de una pandemia global que azota al mundo desde hace más de un año.
Siguiendo esta línea de pensamiento, es claro que vivimos en una sociedad defectuosa en el ámbito político, social y económico, por ende, generadora de hartazgo social.
Es ahí donde el arte de Lu-Ló, se posiciona como una acción convulsiva en sí misma, es decir, por una parte sus obras representan esa crispación social natural, como reflexión de lo que no nos funciona dentro de la humanidad, y por otro lado, la propia materialidad de las piezas hechas a base de pasteles grasos y secos, telas varias, madera, crayones, papeles, grafito y sobrantes de pintura, proveen lo necesario para que nuestro artista entre en un enérgico juego psicomotriz donde se hacen presentes los trazos imprevistos, los colores contrastantes y las texturas chirriantes; aunado a sus personajes siniestros habitando escenarios sórdidos, vuelven a sus imágenes auténticas convulsiones para la psique a través de la mirada.
Por último, me gustaría cerrar con una pregunta. Sabemos que la sociedad en la vivimos padece varias enfermedades y se encuentra susceptible a los golpes y accidentes de personas y grupos de poder, entonces, al igual que las personas antes de sufrir una convulsión:
¿Qué síntomas alcanzamos a vislumbrar, dentro de la situación actual en la que nos encontramos, antes de caer en los estragos de los espasmos sociales que trae consigo una nueva convulsión?
Son múltiples las contestaciones a esta pregunta, por tal motivo, es necesario voltear a ver el arte de Lu-Ló, no como una respuesta a esta incógnita, sino como esa “convulsión voluntaria” que despierte nuestra conciencia, porque en estos momentos de crisis, el arte que no convulsiona al espectador, no merece ser llamado arte.
Curaduría: Carlos Daniel Iturbe.